
El dolor que se siente es casi una cosquilla, es mayor el miedo por el dolor que el dolor en si mismo, el filo es suficiente para señalar la piel, para poner una línea nada imaginaria pero tan artificial como los límites entre países y dejar a un lado, todo mi cuerpo, que es tuyo desde que aprendí a sentir con la piel, y mi mano, que tanto recuerda las tuyas apretándome. Tus manos mías de dedos delgados.
Tengo miedo, siempre tengo miedo, y es la pura verdad, no quiero dejar de vivir, me gusta la vida, me gusta reír, aunque se me haga difícil, me gusta comer chocolate, me gusta escuchar música, y contrario a muchas personas, yo no tengo ni un gramo de fe en la vida después de la muerte, es más, la muerte en si misma me atemoriza, a pesar de saberla un paso más, solo un paso más.
La sangre, profusa al inicio buscaba forma de salir, no se encontraba a gusto prisionera de la vena que quedó mal herida, poco a poco sentí una especie de dolor, un poco raro, no se si podría llamarse dolor, era como un ardor, pero si era molesto. El miedo se apoderó de mi otra vez, y la camiseta que llevaba puesto, aunque ya estaba empapada de mi alma que momentos antes había intentado derramarse por mis ojos, sirvió para evitar mancharlo todo de rojo. Apreté mi muñeca con la ropa, enseguida me sentí algo mejor y evidentemente la sangre no tenía ya, apuro por dejarme.
Es que te miré Danielita mia, te miré por muchos minutos, y todo el amor que sentí al inicio, cuando empecé a mirar que tus ojitos, tras la seda de tus párpados se movían y sentí que mi emoción empujaba la cascada que guarda siempre mi garganta, cuando sentí eso, decía, poco a poco mi cabeza comenzó, en contra de mi voluntad, lo juro linda mía, lo juro, a imaginar el resto de mis días sin ti, el resto de mis días sin los hijos que nos debemos, sin las mañanas que nos esperaban siempre, sin las noches abrazados hasta dormirnos, yo con calor, pero fingiendo estar muy a gusto y tu temblando del frío y abrazándome más fuerte, pues así me robabas el clima.
Solo quiero que deje de doler me decía, un poco incrédulo mientras pensaba que sería mejor hacer algo con la sangre, no quiero que duela, quiero que ya no duela, nada más. Pero fue en ese momento en que el miedo lo definió todo a favor de la continuidad de los días, el miedo lo decidió todo, tuve miedo y esta vez el miedo fue mayor que el deseo de eliminar el dolor.
Es que las imágenes, Danielita mia empezaban a entrar en mi cabeza, y me veía entonces llegando a Quito, todavía niño, en cualquier hora de la noche y el cielo estrellado tenía su contraparte en el suelo, también estrellado, lleno de luces, y no solo de un color, muchas luces, en el suelo como en el cielo, más cercanas éstas que aquellas tal vez, pero lo que si era seguro es que me gustaba llegar en la noche a Quito y salir de Quito en la noche. Siempre me fascinó el brillo de las estrellas en el cielo capitalino, y ver esas "estrellas" del suelo compitiendo con las verdaderas, hacía que mi mente de niño le diera cierto sabor mágico a los viajes de ese tipo.

Me veía, decía, sentado contigo a mi lado, en un bus cualquiera, llegando a Quito, entrada la noche y viajar mirándonos los ojos, como si leyéramos un cuento muy interesante, de esos que no te dejan despegarte de las letras, así me vi y me gustó tanto ese recuerdo que empecé a traerlo con más fuerza, y recordé como ese día nos miramos tanto y de tantas formas, de cerca, de lejos, con el temblor del bus, con lágrimas en los ojos a ratos, pues eso de no parpadear a veces produce lágrimas, y nos metíamos en los ojos del otro. Un beso, un abrazo, nuestras manos entrelazadas, y el cielo estrellado , y el suelo estrellado, y yo que te contaba de mis viajes de niño y tu que me mirabas como deben mirarse los ojos enamorados, y yo que me llenaba de ti la mirada. Mi mirada, Danielita mirada mía, tu eres mi mirada ahora que no me miras, eres tu mis ojos ahora que los tienes cerrados, y sin ti no quiero seguir, no entiendo los días si no es con tu sonrisa por ahí, si no es con tu mirada iluminando los cuartos oscuros de mi casa vieja, no puedo, no quiero, no siento que puedo.
Es que yo te fui conociendo de a poco, te dije, y te encantaba que te cuente cómo me "saludaste" esa vez en tu salón, cuando tus ojos para afuera dijeron "cállate imbécil", mientras tus ojitos para adentro Daniela niña, me decía todo el amor que me esperaba, y te reías, y tratabas en vano de traer a tu memoria algo de esos días en los que seguramente, tus muñecas y demás cosas propias de tu edad ocupaban gustosas tu cabecita despeinada. No se, decías, no me acuerdo de eso, Y claro, decía yo, y te besaba riéndome, claro, si por poco recibes a escobazos mi silencioso saludo de escolar, y tu risa lo inundaba todo, me llenaba de tu risa, respiraba tu mirada sonriente, me embriagaba de tus ojos tristes riéndose conmigo, nunca de mi, solo conmigo...
Y me preguntabas cómo fue la vez que empezamos a ser algo más que amigos, y me encantaba contarte-exagerarte lo que pasó ese día, desde lejos, por teléfono, a través del Oster (que así le diremos aqui) y con recados, como en los "te infantiles" que acostumbraban a hacerse en esos días, en lugar de los chupes de después, de las farras de más tarde.
Y te contaba que Oster contestó tu llamada, que tu no querías hablar conmigo, me aclaras, y que no mientas te digo, que tu sabías que yo estaba en la casa de tu prima K. en ese momento. Estás loco, me dices, sueña, te burlas de mi historia inventada, te ríes y lo niegas a morir, y aclaras que tu llamaste solo para hablar con tu prima K. y yo te doy gusto, aunque se que llamaste por mi, era obvio, te doy gusto y te digo que si, que llamaste solo por K. Y me callo contigo de testigo, me callo que desde antes me amabas, que me amabas siempre solo que no lo sabías...
Y Oster contesta tu llamada, y te dice que K. está ocupada en ese momento, (tus ojos tratan de recordar esos detalles para evitar que yo mienta e instale en la cabeza de los dos, la misma historia mía) y Oster intenta conversar contigo, huambra arisca, como te diría después el mismo Oster, y no con poca razón. De pronto me dice, mirándome a los ojos, que tu, Danielita mía, casi adolescente mía, has dicho que me saludara... Mi sonrisa hacia dentro se expresó con un mal disimulado gesto de serenidad hacia afuera, y dije: "salúdale también de mi parte", pensando que eso era suficiente para demostrar mi tranquilidad, mi abultada experiencia en cuestión de mujeres, después de todo, mis 14 años avalaban cualquier eventual arrogancia.
Así empezó Danielita mirándome a los ojos, así empezó esto nuestro que no parecía real. Y que Oster me dice que tu dices que yo te gusto mucho. Y que sin tener mi autorización, Oster dice a tus oidos ansiosos que yo he dicho que tu me gustas mucho, y que en realidad ninguno dijo nada, pero ambos creímos lo que Oster decía. Siempre lo supe, te digo, y te doy un beso apurado, y tu sonríes, pues sabes que miento, pero que me gusta pensar que el destino era el que nos manejaba, y que tu y yo sabíamos ya, que estaríamos juntos como sea. Y que te amaba tanto te digo mientras beso tus labios, y el bus avanza bullicioso, y que me pides que siga, que no me detenga, ¿con mis besos? pregunto sonriente, y me besas pero me dices que no, que con la historia, que siga inventándome el inicio de todo, te beso de nuevo y que vuelvo a la historia...
Así fue, pues luego de varios intercambios que nacían en la cabeza de Oster, tu y yo terminamos siendo novios, por teléfono, sin decirnos nada, y sin que haya sido verdad ni una sola palabra de las que Oster nos atribuyó pícaramente. Cuando Oster me dijo: "huambra, ven a hablar con tu novia, dice que quiere hablar con vos", casi tuve que abrazarme fuerte para evitar que el alma se me saliera del cuerpo. Tomé el teléfono, suspiré, ensayé cara de normalidad, casi burocrática, como si estuviera a punto de hacer algo que hago todos los días, claro, un Don Juan, no lo olvides amor, pasa por estos momentos todo el tiempo.
"Aló", dije, y tu voz linda desde el otro lado me decía "aló"... ¿Y ahora?, ¿o sea, que ya somos novios?, ¿cuándo nos vamos a ver?, ¿qué vamos a hacer?, ¿es verdad lo que Oster me dijo?, y ud, (porque en esos días tu eras usted mi niña linda, y yo era usted para ti) que me preguntabas lo mismo, y que poco a poco quedamos de acuerdo, como si estuviéramos cerrando un negocio, en que éramos novios. Tenías 13 años, apenas cumplidos o algo así, y yo, con mis 14 "bien vividos" nos aprestábamos a descubrir qué es eso que llaman amor.
Una semana después nos vimos por primera vez después del incidente del teléfono. Tu prima K. nos hizo dar nuestro primer beso, un poco a la fuerza para ti, que no lo podré olvidar. (el siguiente capítulo hablará de ese día, de ese beso, de esos días) Tan distinto a como uno se imaginaría, tan distinto a como uno esperaría, tan diferente a todo, tan niño, tan mágico, tan gracioso. Y me golpeas, y me pellizcas, mientras el bus sigue desenrollando el tiempo en cada curva, me pellizcas porque no te gusta (yo se que sí te gusta) que me burle de ese beso, de esos días, de ese tiempo, y te digo que no me burlo, que me encanta recordar, y que no pienso dejar de reconstruir ese tiempo para tenerlo siempre conmigo, que de verdad no me burlo, me parece lindo te digo, y finges no creerme, pero sonríes y vuelves a amenazarme con hacerme acuerdo de algún momento embarazoso si es que sigo tratando de revivir ese beso primero, y me besas y me abrazas, y suspiras riendo de nuevo...
Por estas imágenes Daniela azul como el mundo, solo por estas imágenes sentí miedo de dejarme en paz, de dejar de buscar, de dejar de caminar la vida, estas imágenes que te encantaría ver son las que me mantuvieron aquí, y aquí estoy ahora, avergonzado y con algo de susto, y casi prometiéndole a tus ojos cerrados que no lo volveré a hacer.
¿Te acuerdas de Pepita Q?. te digo, y sonríes de nuevo, me abrazas y tratas de pedirme solo con tu acercamiento perezoso que te deje dormir un poco, que el viaje, que el bus, que la noche, que el movimiento te hacen tener sueño, y yo, como siempre, hago el hueco en mi pecho para recibir tu cabeza que se acomoda perfecta ahí, y te rodeo con mis brazos, que ya se que terminarán amortiguados, y poco a poco duermes...
No sabes cuánto creo que me arrepiento ahora de todas las veces que dejé que durmieras al viajar así, me odio cuando recuerdo que dormías mientras yo arrimaba mi mejilla en tu cabeza, y cuando recuerdo que tus pelitos me ocasionaban una horrible comezón que hacía imposible mi tímida incursión en el terreno de "querer dormir"... Me arrepiento porque ahora duermes más, y perdí esos momentos en los que pude besarte, en los que pude hacerte sentir mi abrazo, en los que pude haberte hecho reir como siempre...
No se, a lo mejor la verdad sea que no me arrepiento, después de todo, tenerte dormida en los brazos era espectacular, me encantaba, aunque no esperaba a que estés bien despierta aún, para empezar a molestarte con eso de que eres ociosa, y con eso de que mis brazos no se pueden mover por tu culpa...
Ya despierta Danielita, por favor, ya has dormido demasiado, falta un mes y habrás dormido un año... Yo que pensaba que esto no iba a durar ni una semana, yo que pensaba que la ciencia estaba loca, y que después de un día, de dos días, o tres, tus ojitos iban a abrirse de nuevo, conmigo dentro, como siempre, como antes, como mi sueño único, y como el tuyo...